Curso AcompañAnte Terapeutico Firmat 2019



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Bajo la órbita del Consultorio de Asistencia Privada en Síndrome Autista (Capsa) de Mar del Plata, se dictará en Tandil el Curso de acompañante terapéutico en TGD y Autismo. Acompañamiento Terapéutico y pacientes psicóticos; Susana Kuras de Mauer y Silvia Resnizky. La nueva Ley de Salud Mental fomenta esta figura al platear la desmanicomialización, y en este marco lo que se CURSOS DE ACOMPAÑANTE TERAPEUTICO plantea es la inclusión social del paciente, el tratamiento ambulatorio y crear instancias como el Centro de salud de Día las Casas de Medio Camino.


Este curso, que las profesionales dictan desde el año 2000, ha sido declarado de interés educativo por el Consejo Provincial de Educación de Río Negro y cuenta con el aval del Centro Regional Universitario Bariloche. El objetivo de este curso es formar al Acompañante Terapéutico para interpretar consignas, elaborar informes sobre su actividad y solucionar inconvenientes habituales que se presenten en el ejercicio de su función.


Este equipo interdisciplinario es el que indica que actúe en acompañante terapéutico, conforme a las patologías ya sea en una urgencia, en un caso de crisis, en el sostenimiento en situaciones donde hay cronicidad, en enfermedades de todo tipo: físico, sicológico, psíquico”.


La Diplomatura que ofrecemos aportará al pupilo conocimientos que le posibiliten desempeñarse conjuntamente con profesionales de la educación y de la Salud en tareas tendientes a progresar la calidad de vida, obteniendo conocimientos técnicos para el desempeño eficaz en la actividad profesional.


Su inclusión fomenta la continuación del tratamiento desde diferentes instancias: el retorno al medio familiar, el paso al hospital de día hasta la reinserción del mismo en actividades laborales, educativas recreativas, momentos todos estos de alto peligro para la recaída de la persona, cuando no es adecuadamente acompañado.


El acompañamiento terapéutico piensa la facilitación de la incorporación popular de la gente que sufren un malestar psíquico, físico o relacional. Se transforma, entonces, en un servicio de apoyo sanitario y popular.Los nuevos niveles socioeconómicos y políticos en la Argentina, sumados a los cambios epidemiológicos de el último período, provocaron transformaciones en las condiciones de vida y en la cotidianeidad de la red social y uno de esos cambios en especial son los métodos de enfermar de la gente, sin que aún se hayan revertido adecuadamente las estrategias de respuesta en el sistema de salud para mitigarlos.No es que ya no hagan falta hospitales, ni medicamentos ni médicos, pero la actual prevalencia de padecimientos que están más vinculados con el comportamiento, tanto individual como social, nos plantea una urgente revisión de conceptos y operatorias que rigen las prácticas en los servicios de salud.Las patologías crónico-degenerativas, como además los incidentes traumáticos y de violencia de diferente índole, sumados a la más grande supervivencia de pacientes con grandes déficits psicofísicos, han aumentado los índices de discapacidad, dejando a miles de personas limitadas para enfrentar sus actividades corrientes, tanto las relacionadas con la vida productiva como la popular.La discapacidad, según la ordenación internacional del funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud (OMS) es un término genérico que comprende deficiencias, limitaciones de la actividad y restricciones a la participación.La persona con restricciones físicas, sensoriales o mentales sufre la discapacidad no por los males en sí mismos, sino como resultado de sus derivaciones, oséa, por la exclusión de oportunidades educativas, laborales y de los servicios públicos que estas últimas desarrollan y son esas condiciones de aislamiento las que el sistema aún no consigue cambiar.En la Argentina, según con el último Censo 2010, el 12.9% de la población tiene alguna discapacidad, lo que supone más de 5 millones de personas, de las cuales el 11.7% son inferiores de 15 años y el 48.5% está entre 15 y 64 años, es decir, compromete a la gente más joven.Visto desde una perspectiva económica, el aumento de la discapacidad y de la expectativa de vida y la reducción de la tasa bruta de mortalidad causan un aumento en el índice de dependencia (proporción de población no económicamente activa con respecto a la gente económicamente activa), lo que significa un incremento de la cantidad de personas pasivas cuyos beneficios sociales tienen que ser provistos por la población activa. entonces, esto justifica extensamente las necesidades de reformulación de los servicios y las formas de atención con prácticas, diferenciadas, menos complicadas, menos costosas y más oportunas.Por otro lado, la circunstancia se complica aún más si sumamos las cuestiones de salud-enfermedad asociadas con una cultura de hiperconsumo que originan, al margen de las sustancias involucradas, ocasiones de peligro sobreagregadas.En ese marco, el sistema sanitario en la Argentina, que sigue siendo fragmentado y pensado para la utilización desmedida de la alta dificultad y tecnología (entendida como aparatología) enfocada, obliga a un replanteo sobre la formación, el desempeño y la potencialidad de los equipos de salud.Tanto el financiamiento como el aspecto formativo han conspirado con la esencia misma del arte de sanar, que es cuidar (origen etimológico de la palabra medicina, cuyo significado es: curar, aliviar, cuidar), figura que debe ser recuperada en todas las instancias y los principios de las nuevas modalidades de actuación.Lo “mental” y lo “no mental” del acompañamientoEl acompañamiento terapéutico constituye, para algunos, un dispositivo y para otros, una función y tiene su origen hace varios años en el campo de la salud psicológica, desde la publicación, en 1947, de un libro de la Dra. M. A. Sechehaye –una terapeuta suiza– que proporciona cuenta de una de las primeras vivencias en esta clase de abordaje.Podríamos garantizar que, aun hoy, el acompañante terapéutico (AT) sigue íntimamente vinculado con dos cuestiones principales: por un lado, con el concepto psi del acompañamiento, y además, como la costumbre ubicada en relación con la medicina privada.Posicionados en una perspectiva integral e integradora de la salud y a pesar, como dice Mías(2008), de los acuerdos existentes respecto de la indivisibilidad de la salud del individuo, en la práctica todavía resulta difícil la aplicabilidad de estos conceptos, más allá de que el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales IV (DSM-IV) dije como anacrónica la distinción entre trastornos mentales y físicos, (American Psychiatric Association, 1995). Para revertir estas ocasiones, el AT requiere de un mayor afianzamiento como integrante del equipo de salud, posicionarse como mediador que suma la cotidianeidad del paciente y acerca las distancias que comunmente hay entre la persona que padece y la institución responsable de la atención.Pero eso necesita una nueva visión de lo que implica institución, aceptando que el llevar a cabo además crea institucionalidad, reconociendo que los equipos de trabajo articulados, y no sólo el hospital o los centros de salud, son instituciones. suponer la institucionalidad nos obligaría a la cita de numerosos pensadores y académicos, pero tomamos el planteamiento de Castoriadis (1998) que afirma: “entiendo por institución normas, valores, lenguaje, utilidades, métodos y procedimientos de hacer frente a las cosas y de hacer las cosas…” y sigue: “aquello que mantiene unida a la sociedad es una institución.”De esa manera, el AT se irá instituyendo en el sistema sanitario desde el propio ejercicio, pero sabiendo que se es acompañante sólo acompañando.En instantes en los que las instituciones no sólo sanitarias sino educativas, jurídicas y sociales, entre otras, han naturalizado funcionamientos expulsivos, el AT puede facilitar una comunicación más directa con la persona padeciente, la familia y el conjunto tratante, además de hacer más simple la territorialización de la atención. Territorializar no remite sólo a territorio sector geográfica donde hay que intervenir, sino además, y primordialmente, a territorio sector relacional. oséa, como plantea Chiara (2011): “supone distintos modos de apropiación del territorio, que se ponen también en juego en la construcción de la estructura sanitaria”.Dicha acción comporta la posibilidad de una apertura de las instituciones nombradas a realidades y fluídas sociales complicadas, frecuentemente desconocidas por el desempeño endogámico en que se cayó.Pero para reforzar dicho desarrollo, la formación y la actividad de los agentes tienen que escaparse de las viejas prácticas y los modelos ideológicos dogmáticos, evadiendo quedar atrapados en el mismo funcionamiento; ello piensa un profundo enfrentamiento en todos los espacios formativos y de gestión, que interpele además la voluntad de todo el equipo de salud para diluir posibles resistencias.Visto desde una visión integradora de la salud, el AT es entonces un trabajador sanitario, preparado para proteger, calmar en distintas situaciones y padecimientos, ya sean psíquicos, físicos, sociales o educativos, en forma de gadget preventivo. El acompañante, en estos términos, va a ser un nuevo integrante del equipo de salud pública complementario, facilitador y promotor en la tarea de reforma del modelo de atención. Un modelo de atención que, además, pone en compromiso al propio sistema por lo desgastado y poco efectivo.El AT supone, en ese marco, facilitar la inclusión popular de la gente que sufren un malestar psíquico, físico o relacional y pensar la salud sin un territorio particular. Se transforma, entonces, en un servicio de acompañamiento sanitario y popular, pero de modo vivencial y no interpretativo, con potencialidad de promover habilidades remanentes y crear programas solidarios de contención para lo cual poner el cuerpo es su utilidad principal.


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